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Tuesday, November 18, 2014

14 de marzo de 2010. Corre el agua de rosas en el podio de Baréin en sustitución del prohibido champán. Los de rojo celebran el comienzo soñado, aquel que aún nos hizo soñar más, nos hizo mirar más lejos, a un horizonte plagado de éxitos. Era su primera vez juntos y ya estaban ganando, qué si no estaba por venir. El mejor piloto de la parrilla en la escudería más legendaria de la F1. Una fuerza imparable.

Alonso y Massa cruzando los primeros la meta del primer Gran Premio del año y posando con una sonrisa inmensa para la foto. Doblete de Ferrari e ilusión desbordante. Qué lejos queda aquello… Ni en sus peores presagios, aquel asturiano de 2010 podría haber llegado a imaginar que esta etapa que empezó como un cuento mágico terminaría convirtiéndose en la enésima decepción de su trayectoria. Ni él, ni nadie.

Pero aquí estamos. Cuatro años después, a finales de la temporada 2014, y aquellos recuerdos se pierden entre una densa niebla de fracaso y de sacrificio no correspondido. Una niebla que hace que recordemos esa victoria que tanto nos llenó con la rabia de lo que pudo ser y nunca fue. Fernando recaló en el equipo al que todos quieren ir lleno de un optimismo contagioso, dispuesto a escribir su nombre con letras de oro en la historia llenando su vitrina de títulos.

Renunció a caminos que luego vimos que desembocaban en la gloria, como Brawn o Red Bull, y aceptó pasar dos años a la sombra de un Renault al que sólo le quedaba el nombre de aquel que le hizo bicampeón del mundo. Sacrificó todo para vestir de rojo legendario, y a punto estuvo de visitar el paraíso por tercera vez en su vida. Después de ganar en Sakhir, llegarían los triunfos en los grandes premios de Alemania, Italia, Singapur y Corea del Sur.

Triunfando con el 'Alonso is faster than you', en la casa de los tifosi, en donde más brillan las estrellas y en el estreno de una parada asiática más, el asturiano se plantó en la última cita de Abu Dabi al frente de la tabla. Ocho y quince puntos de ventaja sobre la pareja de Red Bull, Webber y Vettel, le hicieron afrontar el desenlace de su primer año con una mano agarrada a su tricampeonato. Sólo le faltaba por poner la otra. Iba a ser una noche inolvidable, y lo fue…

Ni como él ni como muchos queríamos, pero jamás podremos borrar de nuestras memorias lo que vimos aquel día en nuestros televisores. El viento soplaba a su favor. Según empezó la carrera, con Sebastian primero, él tercero y Mark quinto, era campeón del mundo. Solo había que controlar la situación, pero se equivocaron de objetivo. Cayeron en la trampa de Red Bull, siguieron a un señuelo australiano mientras un alemán empezaba a escribir su historia.

Una estrategia suicida y un F10 escaso de prestaciones y de velocidad punta le condenaron a rodar sin remedio tras el alerón delantero del Renault de Petrov. Podría haber seguido así durante la eternidad, daba igual, jamás iba a pasar al ruso que solo será recordado por alejar un título al mejor piloto. Un honor o una desgracia, según se mire. Se perdió de la forma más cruel, dejando, no una espina clavada, sino un dolor imborrable que siempre estará ahí.

Solo era su primer año, pero Alonso y Ferrari no volverían a estar tan cerca del éxito jamás, aunque el español seguía teniendo plena confianza en los suyos. Hubo que esperar un tiempo para intentar otro asalto al campeonato porque al año siguiente la llegada de los difusores soplados dio alas a los chicos de la bebida energética y resultaron imparables para todos. 122 puntos entre Vettel y Button en la 'lucha' por el título. Sobran las palabras.

Aunque ahora parezca imposible, en 2011 se abrió un pequeño resquicio por el que Alonso y Ferrari pudieron colarse. La FIA decidió prohibir parcialmente la inventiva de los escapes para Valencia y definitivamente para Silverstone. Allí, Fernando consiguió su primera y única victoria en medio de un fin de semana teñido de rojo por la celebración de los 60 años del primer triunfo de la Scuderia. Luego se levantó la prohibición y, con ella, el vuelo de Red Bull.

Llega 2012, la temporada en la vimos al mejor Alonso. Un año de actuaciones perfectas que no sirvieron para cazar el premio gordo. Escasearon las victorias, solo tres, pero proliferaron los podios (once visitas más). El primer triunfo no se hizo esperar, en la segunda cita en Malasia ya sonó el himno de España. Después llegaría el de Valencia, el más espectacular de su carrera remontando desde la 11ª posición en un derroche de talento sin igual, y el de Alemania.

Más adelante sucedieron dos percances desafortunados que frenaron su ataque al título. El primero en Bélgica con un accidente en la salida con Grosjean que le quitó muchos puntos, pero le respetó lo más importante: la vida. Y el segundo, el pinchazo que le ocasionó Räikkönen en la primera curva del GP de Japón que dejó su lucha cerrada con Vettel en una ínfima distancia de cuatro puntos con ventaja para el asturiano.

Tras Suzuka, Seb tomó ventaja con otras dos victorias y se plantó en Interlagos 15 puntos por encima de Fernando. Solo un milagro le apartaría del título, y faltó una estrella más en la barita mágica para cumplirlo. Nada más comenzar la carrera, Bruno Senna le tocó por detrás y le dejó mirando a la catástrofe. Por momentos, fue posible, las matemáticas lo decían, pero Vettel fue recuperando posiciones y nos volvió a dejar con el sabor amargo de la derrota.

Pasados los días, se intentó ganar el título fuera de la pista, con unas imágenes que mostraban que el alemán había adelantado coches con banderas amarillas, pero Ferrari reaccionó tarde, solo cuando la presión de los fans y algunos medios le obligaron, y la FIA no hizo caso. Otra oportunidad perdida. Ya no llegarían más. En 2013 el Mundial solo tuvo un color, el azul energético al que la Fórmula 1 ya estaba acostumbrada.

Solo ganó en China y en Barcelona, siete años después de hacerlo por primera vez, pero pudieron llegar algunas victorias más sino se hubieran cambiado las normas del juego. Pirelli falló en la construcción de sus neumáticos y dieron marcha atrás a mitad de temporada tras el bochorno que se vivió en Silverstone. El cambio perjudicó a los que supieron adaptarse a ellos, Ferrari entre otros, y benefició a los que no, Red Bull y más. Nada se pudo hacer.

El año pasado ya se comenzó a deteriorar seriamente la relación entre Alonso y su equipo con desplantes como el de Montezemolo, que acusó al español de pensar más en él que en Ferrari. Fernando se planteó marcharse ese mismo año de Maranello, pero, esperanzado por la introducción del nuevo reglamento que prometía dar más protagonismo a los motores, lo que la Scuderia llevaba pidiendo años, decidió seguir dando una oportunidad más a los italianos.

Ya conocemos el resultado: la peor temporada de Ferrari en años. Este año será la primera vez desde 1993 que finalizan el año sin conocer la victoria. 11 triunfos, 4 poles, 44 podios, 531 vueltas en cabeza de 5.274 posibles (un 10%) y 0 títulos es el pobre balance de los cinco años de matrimonio de Alonso y Ferrari. No, no ha sido culpa del piloto. Si no fuera por él, los números rozarían el ridículo.

Es la escudería legendaria la que no ha estado a la altura de Alonso. Así de rotundo y así de cierto. La alianza no podía sostenerse más por ningún lado, por eso, el español se va en busca de aquellos títulos que le historia le debe. Mercedes sería el sitio ideal, pero McLaren es el más probable. Acabe donde acabe, solo quiere terminar subiéndose al morro de su coche para alzar los brazos de nuevo, que los pájaros vuelvan a piar. Y nosotros queremos verlo.

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